Esperaba a mi príncipe azul pero nunca llegaba.
-Los príncipes azules no existen- Decían unos.
-Los príncipes azules destiñen- Decían otros.
-El que tenga que ser para tí, tuyo será- Decía mi madre.
Mientras, las películas y los cuentos estaban repletos de príncipes maravillosos.
Y yo continuaba esperando...Y aparecían príncipes y más príncipes...
Pero ninguno era azul y ninguno me daba la felicidad.
Así que un buen día dejé de esperar.
-No necesito un príncipe- me dije.
Y entonces ocurrió algo mágico.
Mi corazón comenzó a llenarse y a expandirse, ¡parecía tener alas!
Y de repente me dí cuenta de que todo este tiempo el amor había estado dentro de mí... Y yo no lo había visto porque estaba "esperando".
En aquel preciso instante me enamoré de mí misma.
¡Y luego apareciste tú! Y tú no eras azul, ni perfecto, ni eras verde, ni amarillo, ni rojo...
¡Eras de todos los colores!
¡Eras maravillosamente imperfecto!
¡Eras de carne y hueso! Y no me dabas la felicidad, sino que multiplicabas la que yo sentía.
Y eras tierno, y dulce y me llamabas princesa.
Y yo me sentía la princesa más afortunada del mundo, de la tierra y del universo porque, finalmente
¡había encontrado a mi príncipe!
-Los príncipes azules no existen- Decían unos.
-Los príncipes azules destiñen- Decían otros.
-El que tenga que ser para tí, tuyo será- Decía mi madre.
Mientras, las películas y los cuentos estaban repletos de príncipes maravillosos.
Y yo continuaba esperando...Y aparecían príncipes y más príncipes...
Pero ninguno era azul y ninguno me daba la felicidad.
Así que un buen día dejé de esperar.
-No necesito un príncipe- me dije.
Y entonces ocurrió algo mágico.
Mi corazón comenzó a llenarse y a expandirse, ¡parecía tener alas!
Y de repente me dí cuenta de que todo este tiempo el amor había estado dentro de mí... Y yo no lo había visto porque estaba "esperando".
En aquel preciso instante me enamoré de mí misma.
¡Y luego apareciste tú! Y tú no eras azul, ni perfecto, ni eras verde, ni amarillo, ni rojo...
¡Eras de todos los colores!
¡Eras maravillosamente imperfecto!
¡Eras de carne y hueso! Y no me dabas la felicidad, sino que multiplicabas la que yo sentía.
Y eras tierno, y dulce y me llamabas princesa.
Y yo me sentía la princesa más afortunada del mundo, de la tierra y del universo porque, finalmente
¡había encontrado a mi príncipe!
Teresa Giménez
Espero que vosotras, algún día, encontréis vuestro príncipe, princesas y seáis muy muy felices.
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