Iara y Noa aún no lo comprenden, claro, a ellas les hemos dicho que las personas que se mueren se van a vivir al cielo, que allí se está muy bien, pero les asusta pensar en que no pueden volver, ellas quieren estar aquí con todos sus amigos, con papá y mamá,con lo que conocen, como todos nosotros, porque en el fondo a todos nos asusta un poco pensar en qué habrá...
Es un pequeño resumen del cuento, leedlo despacio:
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" Lejos, Alberto.
La tía Marta se ha ido muy lejos.
Lo más lejos que uno puede irse.
Allá de donde no se vuelve. "
-"Pues si no va a volver ella, tendré que ir yo a buscarla, se dijo.
- Lo más lejos debe de ser al otro lado del mar", porque Alberto vivía lejos del mar.
Y anduvo los caminos, preguntando al mar, al viento, subió por una montaña para estar cerca de las nubes, les preguntó a ellas y ellas le respondieron:
- Ah!, tu tía. Conocemos de sobra a tu tía Marta. Ha pasado tardes enteras con nosotras, pero hace tiempo que no viene.
Preguntó también al Sol, pero tampoco la había visto:
- Espera, espera. Yo alumbro sólo a la mitad del mundo. De la otra mitad se encarga la noche.
- ¿ Y cómo se llega a la noche?
- No lo sé, Alberto.
Alberto se sentó, decepcionado y pensativo, en lo más alto de la montaña, sin saber cómo proseguir su búsqueda. Y descubrió algo: a la noche no se puede ir. Es ella siempre la que viene.
Y cuando la tuvo allí, le dijo:
- Noche, dime tú algo de mi tía.
La noche no tuvo que mirar nada. La noche conoce de sobra a todos los que se pierden en ella, los que aúllan a la luna, los que le hablan, los que la esperan.
La noche está enamorada de quienes se enamoran de ella en algún momento.
- No, Alberto- le dijo-, tu tía no está conmigo. Y más lejos que yo no hay nada.
Pero por el camino se dio cuenta de que, aunque no había encontrado a su tía, su ausencia ya no era la misma, porque llevaba consigo un poco de la soledad tranquila que le había regalado la noche.
Y la echaba de menos, pero le resultaba más fácil recordarla, porque había aprendido del viento a escuchar las voces antiguas.
Y cuando notó que la mochila le pesaba demasiado, se paró un momento y sacó dos gotas de agua de mar, saladas como lágrimas, y las dejó allí, a la orilla de aquel camino, y se sintió aliviado y ligero.
Y, al llegar a casa, descubrió que en la mochila se había quedado un trozo de nube y, contemplándolo, comprendió que no es bueno tener siempre, siempre, siempre los pies en el suelo.
Y solo cuando había sacado todo lo demás y la mochila estuvo vacía, encontró el rayo que el sol le había guardado en el fondo.
Y entonces Alberto sí que lo vio todo claro.
"LEJOS" (Pablo Albo-Aitana Carrasco)